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martes, 20 de noviembre de 2018

LA CONTRUCCIÓN DEL ENEMIGO INTERNO PARA OCULTAR LA REALIDAD DEL AJUSTE

por Fernando Rosso, en la Izquierda Diario

 

Aclaración de Leonardo Del Grosso: más allá de diferencias en matices expresivos y políticos con el artículo que reproduzco, entiendo que el mismo es muy claro en la explicitación de las maniobras del Poder para amplificar y/o manipular determinadas manifestaciones con el fin de generar un clima, en vísperas de la reunión del G-20, para la justificación de la intensificación de las medidas represivas contra el campo popular, no sólo para lograr que la cumbre del G-20 se desarrolle según los deseos del gobierno, sino para la posterioridad de dicha cumbre, en función de continuar con el ajuste económico. Maniobras que, también, persiguen el fin de la distracción en la opinión pública, como lo marca Rosso en su artículo.



La invención político-mediática de la “amenaza anarquista”, la “amenaza terrorista islámica” y la “amenaza mapuche” fue desenmascarada por Fernando Rosso en “El Círculo Rojo”, programa de La Izquierda Diario que se emite todos los domingos de 22 a 24 por Radio Con Vos.


  • Vivimos una semana de una espectacular puesta en escena a diez días de la cumbre del G20 y en el preciso momento en el que se aprobó -con la complicidad sindical y del peronismo- el Presupuesto 2019, que implica un ajuste drástico para todas las partidas, excepto para el pago de intereses de deuda. El montaje estuvo dividido por lo menos en tres actos:
  • Primer acto: el Gobierno presentó como temibles acciones subversivas a confusos episodios protagonizados por personas pertenecientes a un pequeño grupo autodenominado anarquista que habitaba en comunidad en la calle Pavón de la Ciudad de Buenos Aires. Armaron “bombas” tan rudimentarios que una estalló en las manos de quien la manipulaba y otra -en casa del juez Claudio Bonadio- tenía una mecha que ni siquiera estaba conectada a la pólvora. El primer artefacto que pretendió colocarse en la tumba del legendario asesino Ramón Falcón en el cementerio de La Recoleta explotó en las manos de la persona que intentaba activarlo porque no tenía ni la menor medida de seguridad. El mecanismo de un temporizador similar a un despertador se accionó cuando –supuestamente- estaban por sacarse una selfie. Anahí Salcedo, una de las protagonistas del extraño hecho está internada en el Hospital Fernández y su acompañante, Hugo Rodríguez, quedó detenido. La Policía allanó la casa que ocupaba el grupo y se llevó a diez personas más. Los materiales que presuntamente se encontraron en la vivienda serán utilizados en su contra ¿Qué clase de “terroristas” conservan en el mismo lugar en el que conviven explosivos y mechas, todo ello luego de haber cometido un “atentado” de alto impacto?
    Un día después, por órdenes del juez Julián Ercolini, la Policía Federal allanó el tradicional Ateneo Anarquista del barrio de Constitución donde funciona una de las mejores bibliotecas sobre anarquismo del país y también fue allanado un centro cultural en el barrio de Villa Crespo, conocido como La Cultura del Barrio. Estas instituciones no necesariamente tenían vinculación directa con el grupo de la calle Pavón.
    Pero toda esta mezcolanza amplificada y repetida por casi la totalidad del aparato mediático oficialista o semioficialista alcanzó para la invención de… la “amenaza anarquista”.
  • Segundo acto: por una denuncia “anónima” –típico método utilizado por la Policía o los servicios de inteligencia- fueron detenidos en el barrio de Floresta los hermanos musulmanes Axel y Kevin Abraham Salomón por órdenes del juez Sebastián Ramos. La denuncia fue realizada por la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentina (DAIA) tras recibir un correo electrónico anónimo en el cual se informaba sobre las actividades y la simpatía de los Salomón hacia el grupo libanés Hezbolllah. La denuncia aseguraba que realizaban entrenamiento militar en sus viajes al Medio Oriente y que manejaban armas y se hablaba específicamente de fusiles AK-47 de origen ruso.
    Escuchen lo que se encontró en el domicilio: un Máuser 1909, calibre 7,65 que usó el Ejército argentino en la década de 1920; un rifle de aire comprimido de venta libre; una escopeta de un caño, marca Centauro, de la década de 1950, usada para cazar palomas o perdices; dos revólveres españoles de la década de 1930 y una pistola española calibre 6,35 también de las décadas 1920 a 1930. Ese fue el “arsenal” hallado en la casa de los Salomón y que fue inmediatamente relacionado con Hezbollah y asociado no menos rápidamente con el terrorismo. No importó que en la causa no figurara ese término ni nada semejante, la calificación es, por ahora, por “tenencia ilegítima de arma de guerra”. Eso sí, de lo que no hubo novedades ni rastros fue del famoso fusil AK 47.
    Para complementar el espectáculo, el juez de Lomas de Zamora, Alberto Santamarina, ordenó un nuevo allanamiento en un departamento de allegados a los hermanos Abraham Salomón, también en el barrio de Floresta. Allí no se llevaron detenido a Hassan Hamze (que tenía orden de detención) por la reacción de toda la familia que a la vez denunció que golpearon al joven, destrozaron el lugar y secuestraron computadoras y papeles. Todo el mundo puso el foco en los sospechosos de presunto “terrorismo” pero a nadie le pareció por lo menos extraño que Santamarina va a dejar de ser juez el 30 de noviembre y abandonará los tribunales para asumir como delegado de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) en Madrid. Se lleva a su esposa, por supuesto, que liga un cargo en la embajada argentina. Total normalidad.
    Fue todo tan burdo que hasta la embajada de Israel cuestionó los operativos. Según informó el portal La Política Online, fuentes de esa oficina diplomática consideraron “poco serio el procedimiento de detención de los hermanos Salomón y la manera en que se filtró la información vinculada al caso.” Te tiene que cuestionar por torpemente “persecutorio” la mismísima embajada del Estado terrorista.
    Pero toda esta mezcolanza amplificada y repetida por casi la totalidad del aparato mediático oficialista o semioficialista alcanzó para la fabricación de… la “amenaza terrorista islámica”.
  • Tercer acto: en la madrugada del jueves hubo un ataque de personas no identificadas contra un obrador la empresa Hidraco en Villa Mascardi a 30 km. de Bariloche. Las personas, presuntamente, maniataron al cuidador y luego quemaron tres máquinas viales. Dejaron volantes sin firma con consignas a favor de los mapuches, que decían cosas como “la sangre derramada será vengada”; “libertad a Jones Huala” y otras contra Lewis, Benetton o empresas mineras y forestales. Era evidente que no había una organización de envergadura ni nada parecido detrás de los confusos hechos. Pero igualmente para a La Nación se convirtió en un tema para colocarlo en el centro de su tapa del sábado con el sugerente título “Nuevo ataque mapuche en el sur”.
    No interesaron las investigaciones y las pruebas, pero toda esta mezcolanza amplificada y repetida por casi la totalidad del aparato mediático oficialista o semioficialista alcanzó para la fabricación de… la “amenaza mapuche”.
  •  La frutilla del postre la puso la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, -incluso parecía que esta vez estaba en sus cabales- cuando aconsejó a los porteños que para la cumbre del G20 directamente “abandonen la ciudad”. Fue la coronación grotesca de la apelación al recurso del miedo frente a amenazas inexistentes o inventadas por la narrativa oficial y sus medios.
  • Fue una operación de manual para la invención de una “posverdad”, típica de los gobiernos a los que no le queda más nada que ofrecer que mentiras desopilantes e increíbles. El oficialismo también pretendió mostrar a sus mandantes de los EEUU que en suelo argentino “se lucha contra el terrorismo”. Pero el objetivo mayor es ocultar lo inocultable: el hundimiento de la economía, la aceleración del ajuste y el fracaso del gobierno de Macri. Y avisar que la represión y el control serán la norma de aquí en más.
  • Quizá funcione para los distraídos de la coyuntura, pero un Gobierno que tiene que apelar –como últimos recursos- a los inventos mediáticos, las operaciones de los servicios de inteligencia y la fabricación de enemigos imaginarios está francamente en quiebra, no sólo económica, sino también política, ideológica y moral.


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