Este año 2023 es un año que abre grandes esperanzas para el mundo, al mismo tiempo que grandes amenazas.
Este año comenzó la gran debacle del Imperio Anglosionista. Muchas resistencias se fueron produciendo a lo largo de las décadas para finalmente llegar a este punto donde la Torre de Babel que es el Imperio Anglosionista, o lo que otros llaman “Occidente Colectivo”, comenzara a desplomarse estrepitosamente como ahora lo está haciendo. Miles y miles de luchadores antiimperialistas, en las últimas décadas principalmente de los pueblos islámicos revolucionarios, han derramado su sangre para hacer tambalear hoy a ese gigante con pies de barro. Desde la Resistencia libanesa de Hezbolá hasta la resistencia de los Talibanes de Afganistán, desde la resistencia en la ciudad heroica de Fallujah, en Irak, hasta la resistencia de los ucranianos de habla rusa del Donbás, desde la resistencia del gobierno y pueblo árabe sirio, hasta la resistencia de Ansarulá en Yemen, desde la resistencia palestina contra el estado terrorista de “Israel” hasta la resistencia de los chalecos amarillos en Francia o de los camioneros de Canadá. Por supuesto, aquí no pueden faltar los grandes ejemplos de la República Popular Democrática de Corea y de la República Islámica de Irán, bastiones de resistencia y autodeterminación, y también la Libia de Kadaffi, que aunque haya sido destruída por la OTAN ofreció tenaz resistencia, como también lo hicieron años antes los serbios contra la OTAN cuando la guerra contra Yugoslavia.
Desde Nuestra América brilla la resistencia de Cuba al bloqueo genocida que ya lleva más de sesenta años, la resistencia de la Nicaragua sandinista a la desestabilización imperialista, lo mismo que en Venezuela y Bolivia. El pulso de las insurreciones urbanas en Colombia y Chile es lo que explica el signo progre de sus actuales gobiernos, lo mismo que, en cierta medida, en Argentina. A principios de siglo estuvieron la “guerra del agua” y la “guerra del gas” en Bolivia, el Argentinazo de 2001, etc., etc.
Pero el hecho detonante del derrumbe anglosionista es la respuesta rusa a las provocaciones y amenazas de la OTAN contra esos pueblos valerosos que hoy conforman la Federación de Rusia, heredera jurídica de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y, lo más importante, digna heredera de una larga resistencia histórica de esos pueblos contra la rapacidad de Occidente. La reacción rusa (en realidad un objetivo buscado por los anglosionistas) sin embargo los sorprendió con sus capacidades militares, ya que la guerra Rusia hace tiempo que la tiene ganada y eso hoy es cada vez más evidente en el campo de batalla (lo contrario de lo que dicen los medios occidentales, que es todo basura mentirosa); y también se sorprendieron de la capacidad de esa Federación de mantener relativamente estable su economía en medio de una guerra de sanciones y de un importante esfuerzo bélico. Pero no sólo eso, sino que la desestructuración de los monopolios occidentales del comercio y las finanzas internacionales y la aparición y consolidación de poderosos nuevos circuitos económicos por fuera de esos monopolios ya es un proceso irreversible y lanzado en una vorágine creciente. Por otro lado, la inflación, la parálisis industrial y el hambre, crecen sin cesar en las naciones de Europa Occidental y en todo el Occidente Colectivo, sociedades que además padecen la intoxicación cerebral de muchos de sus habitantes, hechos adictos por los carteles del narco, de las farmacéuticas y del alcohol, en lo que conforma un escenario dantesco de la decadencia imperial.
Todo este panorama de resistencias abre enormes esperanzas para el nacimiento de un orden internacional democrático y multipolar. Pero, al mismo tiempo, también abre amenazas respecto de cómo reaccionan y reaccionarán las aristocracias oligárquicas y su aparato militar/de seguridad, que vienen dominando el mundo desde hace centurias y que hoy ven seria y definitivamente jaqueado su “orden basado en reglas”. Si bien en la competencia tecnológica y operacional en el campo militar están ya perdidos, su capacidad de daño sigue siendo muy grande, habida cuenta de que tienen un arsenal de armas biológicas y otras armas de destrucción masiva y que su tríada nuclear (misiles nucleares lanzados desde tierra, desde aviones y desde submarinos) sigue siendo su única gran carta militar, de carácter simétrico, que les queda para enfrentar a Rusia. Aunque se la quiera minimizar, es ésta una amenaza real pero no solo sobre Rusia, sino sobre la estabilidad estratégica del mundo, que en una escalada nuclear quedaría destruído.
Además de la amenaza de conflagración nuclear (provocada por supuesto por el único bando delincuente y terrorista en esta historia: Occidente), está la amenaza del desequilibrio ecológico, que es un hecho. Es curioso cómo sectores conservadores marginados hoy, en su desengaño, cuando descubren, por la pandemia y la manipulación de las mega-farmacéuticas y al mismo tiempo que la concentración del capital los jaquea, que las corporaciones existen y que hay un sistema de mentiras, se vuelven totalmente incrédulos, nihilistas, como los despechados, poniendo en duda también el hecho del calentamiento global. Es la pequeña burguesía desengañada que en vez de buscar referencias y unidad con los que están más abajo, con los demás oprimidos, busca referencias “antisistema” del tipo Milei, que son solo teatralizaciones de lo mismo para engatusar a los incautos y para generar confusión. Son bombas de humo para entorpecer la visión. Es evidente que si en un estanque comienzas a echar veneno lenta pero constantemente, al cabo de un tiempo el agua estará envenenada. Lo mismo pasa con nuestro ecosistema, que está siendo envenenado por los resultados de la transformación material ocasionada por la producción basada en fósiles en un sistema de hiperconsumo (hiperderroche), que genera desde contaminantes por la combustión, hasta plásticos derivados de los hidrocarburos, todo lo cual, además de la destrucción de ecosistemas completos y de los procesos de extracción minera y de hidrocarburos altamente contaminantes, implica un ataque multidireccional sobre la madre naturaleza. Ovbiamente que si no hay cambios, la situación no hará más que empeorar. Estamos enturbiando la atmósfera y plastificando los suelos y los aguas.
En este sentido, la lógica capitalista, que pone el lucro y la codicia en primer lugar, es una lógica suicida. Por eso, los valores occidentales, que tienen en el consumo sin límites y la ganancia sin límites a sus dioses del Olimpo, no sirven para enfrentar ni la emergencia ecológica, ni la emergencia confrontacional. Pero justamente, paradójicamente, el capitalismo no cae si no lo vencemos. O luchamos implacablemente contra este sistema económico, político, militar, cultural en síntesis (en el sentido más amplio de lo que significa la palabra cultura), o nos mata a todos. El sistema contrario se llama socialismo, o quizá mejor, comunismo, si es que podemos hacer cambios tan radicales en la organización social. Comunismo es, en pocas palabras, lo que impulsa lo comunal, la democracia de base, la participación popular que hace justicia social. Para llegar a un gobierno así, del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, necesitamos romper las superestructuras de la opresión.
Para Argentina deseo que ciertos "dirigentes" que dicen que realmente quieren la justicia social dejen de obedecer a sus enemigos, y dejen de dar un espectáculo penoso. Hoy, hacer caso a los fallos de la Corte Suprema y a los jueces de Comodoro Py, que han dinamitado hasta a la ya hipócrita legalidad burguesa, es de un cretinismo político insuperable. Se debe alistar el poder fáctico, institucional o no, preferiblemente de masas, para llevar a cabo el enfrentamiento inevitable contra esas estructuras. Quien no asuma eso es un suicida político y padece autismo. Sería bueno que hubiera otra salida, caballeresca. No la hay. El Mal existe y su misión es, justamente, cagarle la vida a la mayor cantidad de gente posible.
Es así que mi mayor deseo para este 2023 que comienza es que los pueblos, nosotros, y todos los seres humanos en general, desterremos el miedo y luchemos contra los capitalistas, es decir, aquellos para los que lo más importante es “ganar plata”, por sobre cualquier otra cosa; luchemos contra las grandes corporaciones extractivistas, contra los latifundistas, contra los especuladores formadores de precios, contra el FMI, contra el capital financiero internacional, contra los estados que los defienden y son instrumento para el saqueo, y contra todo tipo de personeros de baja categoría, capataces que sirven a los que están en la punta de la pirámide. Eso en términos muy generales.
Brindo por un 2023 pleno de lucha.
Si no luchamos, si no nos comprometemos, no cabe duda que seremos destruídos, todos, los buenos y también los malos. Este es un Titanic sin botes salvavidas. Cada vez nos queda menos tiempo.
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