publicado en HispanTV
Como es sabido, el 2 de abril se hará la segunda vuelta de la elección presidencial en Ecuador. Nosotros en Argentina tuvimos una situación similar hace casi un año y medio. Quiero suponer que es una suerte poder ver el futuro con anticipación. Cualquier ecuatoriano responsable prestará atención a lo que sucede hoy en la Argentina, porque la disyuntiva que enfrenta Ecuador este 2 de abril se parece mucho a la que enfrentó Argentina el 22 de noviembre de 2015. Advierto que esta carta no está dirigida a los que están estupidizados por el fanatismo. Esta carta es para los que hacen uso del raciocinio y entienden que para tomar buenas decisiones lo primero es estar bien informado.
Por eso, sin ninguna duda que para los ecuatorianos responsables será importante conocer lo que sucede hoy en Argentina, a casi 16 meses desde que Macri asumió la presidencia. Si los argentinos hubieran visto esta película antes de las elecciones, Macri no habría ganado. Y de hecho, en junio del año pasado Macri decía: “Soy realmente muy optimista. Si yo les decía a ustedes hace un año lo que iba a hacer y todo esto que está sucediendo, seguramente iban a votar mayoritariamente por encerrarme en el manicomio. Y ahora soy el Presidente” (http://www.cronista.com/economiapolitica/Macri-Si-les-decia-todo-lo-que-iba-a-hacer-votaban-por-encerrarme-en-el-manicomio-20160629-0123.html). Debe reconocerse que, esta vez, el mandatario argentino dijo la verdad.
Nov 2015: Debate Scioli-Mari (compará con el presente y sacá tus propias conclusiones)
¿Qué pasa hoy
en Argentina? (recurra a los links si le parece que exagero)
Hoy en Argentina
pasa que la economía se
está enfriando y retrocede; que aumenta ladesocupación, la indigencia y la pobreza; que los ricos
pagan cada vez menos impuestos y los pobres, cada vez más; que
hay una inflación
que no cede y, por el contrario, se
acelera alimentada por aumentos exorbitantes de servicios
públicos y precios desregulados; que ha
crecido sideralmente el endeudamiento externo e interno; que se
han abierto
indiscriminadamente las importaciones, destruyéndose así la
industria nacional; que la
obra pública está congelada; que se atenta contra la salud
pública, la educación
pública, la vivienda
popular, jubilación
y seguridad
social en general; que el gobierno hace todo para
bajar los salarios de los trabajadores; que la tasa
de interés es altísima, lo que alienta la especulación y
desalienta la inversión productiva; que cada vez más ingresos
fiscales se dedican a pagar a la usura nacional e internacional y
cada vez menos vuelven, como inversión productiva, investigación,
salarios o seguridad social, al bolsillo del pueblo; que se está
entregando el territorio nacional a otros países, como Gran Bretaña
en
el caso de nuestras Islas Malvinas; y que los
episodios de represión contra el pueblo son cada día más
frecuentes.
Hoy en Argentina
pasa que hay un presidente que durante la campaña se llenó la boca
hablando contra la corrupción al mismo tiempo que está involucrado
en decenas de sociedades off-shore, de empresas fantasma para ocultar
fuga de capitales y evasión de impuestos. Hoy en Argentina pasa que
hay un presidente que criticaba un presunto “capitalismo de amigos”
al mismo tiempo que el presupuesto del Estado está dirigido a
beneficiar a los banqueros y a los CEOs que fungen como funcionarios
del Estado, que se están enriqueciendo de manera escandalosa. Hoy en
Argentina pasa que estas realidades son silenciadas por la
conspiración de medios de comunicación antinacionales, a la vez que
magistrados afines al actual presidente pergeñan y ejecutan fraudes
jurídicos para montar, en sincronizazión con la prensa canalla, un
relato sensacionalista que exagera y sobredimensiona los hechos si
ocurrieron, o directamente inventa y fabula si los hechos no
existieron, todo para difamar a los enemigos políticos, haciendo
periodismo de guerra.
La “pesada
herencia”
El gobierno de Macri
dice que todo lo que pasa es resultado de una bomba de relojería que
dejó armada el anterior gobierno para que explotara ahora. O sea:
todo este descalabro es por culpa del anterior gobierno y, según
Macri, lleva tiempo poder revertir el “desastre” que encontraron.
Con sólo investigar
un poco nos daremos cuenta que todo eso es mentira. Lo que los
macristas llaman la “pesada herencia” no es más que una
construcción virtual, una maniobra comunicacional para encubrir que
en realidad no hubo ninguna herencia difícil a la que sobreponerse,
sino que el plan de Macri es, deliberadamente,
convertir a la Argentina en una colonia, reduciendo todo lo
posible el valor de lo argentino (se trate ésto de la fuerza de
trabajo, los bienes de capital e infraestructura o los recursos
naturales) para que el país pueda ser fácilmente apropiado por
los poderes extranjeros con los que Macri y las oligarquías
parasitarias se encuentran íntimamente unidos.
Es cierto que el
gobierno de Cristina Fernández de Kirchner no fue infalible y que
había mucho por avanzar para lograr un país con verdadera justicia
social, pero también es cierto que no por eso se trató de un
gobierno aborrecible al que resultaba necesario cambiar a
cualquier precio. Por el contrario, fue un gobierno de protección
de la industria y de promoción del mercado interno, de controles a
los monopolios y fomento de la intervención reguladora, promotora y
reparadora del Estado, de aumento de la inversión pública en todos
los órdenes y de arbitrio relativamente razonable para lo que es el
mundo de hoy entre los intereses del lucro capitalista y los derechos
de los trabajadores; todo lo cual redundó en una tendencia general
positiva, de indudable avance nacional, donde aumentó la producción,
subió sensiblemente el empleo y el poder adquisitivo de los salarios
y se produjo un evidente desendeudamento externo en relación con el
producto interno. En el plano internacional fue un gobierno que
promovió relaciones con todos los países y especialmente con
Latinoamérica, hacia un mundo multipolar que tienda al equilibrio
entre las naciones.
Esto que estoy
describiendo es una realidad tangible, demostrable con sólo repasar
lo publicado y con sólo rememorar lo vivido. Pero la “prensa
canalla” sencillamente ignora los hechos, ignora la Historia, y
despliega un relato que pretende “reformatear” el sentido
político de las percepciones. Es lo mismo que sucede con las
drogas: a una persona narcotizada con drogas potentes es posible
amputarle una pierna exactamenter en el mismo momento en que su
psiquis está adormecida o, más aún, experimentando sensaciones
alucinadas agradables. Hoy en Argentina hay muchas personas que,
alimentadas monopólica y repetitivamente por un relato fantástico,
sostienen con énfasis los “argumentos” sobre la “pesada
herencia”.
En este
video de la intervención del 21 de marzo pasado del diputado y
ex ministro de Economía de la Nación, Axel Kicillof, al Jefe de
Gabinete de Ministros, Marcos Peña, en la Cámara de Diputados,
Kicillof destaca varios datos estadísticos oficiales que
prueban la mentira del relato macrista:
Transcribo
totalmente la alocución de Axel Kicillof porque entiendo que es muy
clara al respecto (los resaltados son míos):
“Señor jefe de
gabinete, la verdad es que se han conocido en estos últimos días,
ayer más precisamente, los datos del producto bruto interno, o sea,
la evolución de la economía argentina en lo que hace a
producción y valor agregado del último año. Usted sabe que
hubo una caída de 2,3% según los datos que estamos
estudiando que proporcionó el INDEC (Instituto Nacional de
Estadísticas y Censos, que es el organismo oficial de
estadísticas en Argentina. Aclaración L.D.G.),
pero lo que le quiero decir es que la proyección que dio su
gobierno para el año pasado fue de 1% de crecimiento, es decir
que le han pifiado de punta a punta, y además esto viene acompañado
con algo que Usted repite pero es falso, que es que veníamos sin
crecer no se cuantos años. Concretamente el año 2015, datos de
la misma fuente, el crecimiento fue 2,6% positivo, de forma tal
que lo que lograron ustedes es revertir un proceso de crecimiento y
convertirlo en un proceso de caída sin saber porqué ni cómo, por
eso habían proyectado un crecimiento de la economía, así como
habían proyectado una inflación de 20-25 y les dio 41%, es
decir que el año pasado gobernaron a ciegas. Sinceramente: o se
equivocaron en todo o hicieron todo mal o no sabían o no
entendieron, no sé, y esa es una pregunta que le hago, porque además
los datos del INDEC dan una revelación muy clara, a Usted que le
gusta hablar de herencias y herencias: la verdad es que ustedes
abrieron las importaciones. Fue la primera vez desde el año
1975 que cae el producto bruto interno, o sea, cae la actividad, y
suben las importaciones. Hay que hacer magia para eso. Hay que
hacer magia en la economía: todos saben que las importaciones
dependen del producto pero ustedes lograron hacer caer la actividad y
aumentar las importaciones. Por eso hay crisis en buena parte de la
industria, de la misma manera que es mentira que en los últimos
cinco años antes de que llegaran ustedes no se crea empleo: la
verdad es que ustedes han destruído mucho empleo, todavía no el
suficiente para destruir lo que se creó durante los cinco años
anteriores. Le doy datos del SIPA (Sistema Integrado Previsional
Argentino, donde se registran, entre otros, los aportes que los
asalariados hacen a la seguridad social, por lo que se toma también
como registro de cuántos asalariados existen en condiciones de
legalidad normal, “en blanco”, como se suele decir. Aclaración
mía), que son datos oficiales, y que muestran que el empleo
desestacionalizado entre noviembre de 2015 a noviembre de 2016, es
decir su año, fueron cuarenta mil puestos de trabajo menos,
mientras de noviembre de 2014 a noviembre de 2015 fueron 117 mil
aportantes más, sin monotributistas, sin ninguna matufia,
aportantes más, de la misma manera que desde noviembre de 2010 a
noviembre de 2015 se crearon 500 mil puestos de trabajo, 448 mil
formales. ¡Mentira: basta de decir que no se creaba empleo! Que
lo hayan destruído ustedes, eso es clarísimo, pero no se justifica
que tengan que mentirle a la gente. ¡Digan la verdad! ¡Digan la
verdad!
¿Y por qué?
Este es un programa económico neoliberal, en todos sus puntos. Mi
pregunta es qué van a hacer para cambiarlo si quieren tener otro
resultados: devaluaron 60%, la inflación fue 40% y el salario
estuvo 10 puntos abajo, 6 en algunos lugares, 15 en otros. ¿Cómo
quieren que no caiga el consumo? Claro que va a caer el consumo.
¿Cómo quieren no tener un millón de personas en la calle, el 6, 7,
8 de este mes? ¿Cómo quieren no tener hoy cien mil docentes en
la calle si les robaron 10 puntos de salario y no se los quieren
dejar recuperar? Esa es la paritaria docente, eso es lo único
que está en discusión hoy en la Argentina: si van a seguir
golpeando a los sectores que menos ganan, con aumentos de tarifas del
transporte del 100%, de agua del 300, de luz del 1000%, de prepagas
del 60%, de nafta del 42%, tasa de interés del 38%, que después
bajaron al 24%. La verdad que ese no es un plan ni para la gente
ni para la reactivación. Yo lamentablemente tengo que decir que hay
frases que están sintetizando esto. Una de ellas es que ustedes no
ven la realidad. Usted no ve la realidad. Usted no ve la realidad: no
ve los cien mil docentes que va a haber hoy en la calle, de la misma
manera que otra frase que se le atribuye al saber popular pero que es
clarísima y que excede todo análisis económico, es que gobiernan
para los ricos, por eso le perdonan impuestos a los ricos y se los
suben a los pobres. Esa es la realidad hoy de la Argentina así que
yo creo, señor jefe de gabinete, que le convendría, porque he visto
de nuevo una instalación… yo no se si las cincuenta personas que
están ahí afuera son los trolls, los famosos trolls, pero eso, sean
o no sean, lo que le digo que más allá de las cincuenta personas
que usted trajo, ahí atrás hay cien mil, que están reclamando que
abran la paritaria docente. Esa es la realidad; no lo de las redes,
no lo de los trolls, no los asesores que trae acá. Muchas Gracias”.
La deuda externa
Un usurero no pretende que el deudor pague y cancele la totalidad de la deuda. Pretende que el deudor viva endeudado, pagando eternamente una deuda que siempre crecerá más que la capacidad del deudor de reducirla y cancelarla. Por eso es usura, porque es como un parásito infiltrado dentro de un organismo al que le chupa la sangre eternamente. Los medios para lograr esta parasitosis constante son las exhorbitantes tasas de interés, que hacen imposible ir reduciendo la deuda, aún esforzándose al máximo para ello. Esto se llama anatocismo, interés compuesto, donde los intereses impagos pasan a formar parte del capital y generan nuevos intereses en una rueda perversa interminable que sólo se interrumpe con un default, momento en el cual el deudor, desahuciado, deja de pagar.
Para poder lograr sus fines el usurero necesita socios que sean del país que se pretende endeudar, es decir, antipatrias que actúen como representantes jurídicos de la Argentina pero traicionen, a cambio de su participación en el botín, los intereses del país. Macri obtuvo la representación de la Argentina a partir de haber ganado las elecciones, pero indudablemente no está defendiendo el interés nacional sino actuando como siempre lo hizo: en contra. Un fugador de capitales y evasor de impuestos mal puede tener conciencia nacional. Toda su vida es un testimonio de la estafa al Estado y la Nación.
Cuando fue el default del 2001, en un país con generalizados y graves disturbios sociales, la Argentina tenía la opción de nunca volver a pagar por una deuda indudablemente ilegítima e ilegal (¿cómo pueden ser legales los actos de una banda de sediciosos como los golpistas de 1976, que en seis años incrementaron el endeudamiento externo de Argentina en el 1000%, lo que fue luego validado por los presidentes surgidos de elecciones?).
Cuando la Argentina entró en default en el año 2001, eso significó que el esquema de retroalimentación de la deuda externa había entrado en crisis en sus propios términos, interrumpiéndose. En aquellos años del pos-default, y desde siempre, yo personalmente nunca estuve de acuerdo en pagar la deuda externa, y esa posición me llevó a oponerme a la estrategia de renegociar, razón por la cual fui un crítico a los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner durante sus primeros diez años de mandato. En cualquier caso, la larga resistencia popular de la década del ‘90 del siglo pasado generó una relación de fuerzas que le permitió a Néstor Kirchner renegociar la deuda impaga en los mejores términos posibles (siempre sin transgredir las leoninas reglas de juego imperantes a nivel internacional). Lo concreto es que la Argentina redujo objetivamente la relación entre el producto bruto y la deuda externa, fenómeno que se explica por el crecimiento de la capacidad productiva y el pago de los intereses y capital de la deuda renegociada. Por un lado se fue incrementando el poder productivo nacional y por otro se fue reduciendo la proporción de deuda externa en relación con el producto. Junto con Cristina Fernández de Kirchner deshipotecaron la Argentina, conquistando una apreciable soberanía nacional sobre la conducción de la economía del país. En términos metafóricos, lo que ocurrió fue casi una manumisión…, casi…, si no fuera porque llegó Macri.
Es cierto que la deuda del Estado con sus acreedores internos, nominada en pesos argentinos, en esos tiempos kirchneristas de todas maneras bien hubiera podido caracterizarse dentro de una lógica usuraria, pero en este campo de batalla ubicado estrictamente dentro de las fronteras del país (en caso de litigio, el mismo se desenvuelve dentro de Argentina, en sus tribunales) un Estado nacional conducido por una voluntad política firme y verdaderamente democrática podría ir cambiando las condiciones generales del crédito interno (que es lo que la conducción económica de Axel Kicillof estaba comenzando a cambiar) y siempre tendría el poder suficiente para renegociar, periódicamente, los términos de la relación financiera sin sacrificar los derechos fundamentales del pueblo, en lo que constituye, indudablemente, una proposición de resolución reformista de la crisis.
En plano internacional Argentina había logrado, además de la adhesión del 92,4% de los acreedores al canje de los bonos defaulteados, el apoyo de 128 sobre 193 miembros de las Naciones Unidas (casi dos tercios) contra la oposición de sólo 16 estados (los demás se abstuvieron) cuando se aprobó la creación de un marco legal multilateral de reestructuración de deudas soberanas. O sea que en 2014 Argentina tenía un gran apoyo internacional para enfrentar al 7,6% de los acreedores hostiles que pretendían seguir cobrando la deuda en mismos términos usurarios sumamente abusivos originales, porque habían comprado los viejos bonos en default a precio de liquidación, justamente para hacer la maniobra, con socios como el juez municipal de Nueva York, Tomás Griesa, de cobrar, gracias a la sentencia del juez “amigo”, el total de la deuda, como si el default nunca hubiera existido.
Al final del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner la manumisión estaba al alcance de la mano: la libertad no se había conseguido a través de una revolución y de una guerra de liberación nacional, sino mediante un precio en especie a pagar para obtenerla. Para muchos puede resultar una forma ingloriosa de salir de la esclavitud, pero más allá de consideraciones políticas de ese tenor, lo que no cabe duda es que Argentina estaba cerca de comprar, efectivamente, su libertad, la que los amos estaban dispuestos a concederle porque había pagado. Esto es decir: sin dejar de cumplir determinadas reglas de juego, la Argentina había construído una situación favorable en ese sentido… Pero justo llegó Macri.
Los usureros lograron, con la victoria de este curioso sacerdote del neoliberalismo que es Macri, que esa libertad que estaba relativamente cerca, nuevamente se escurriera como agua entre las manos pero… ¡después de haber pagado por ella!!! Resultó un negocio redondo para los fondos buitres y una humillación absoluta a la pretendida “viveza criolla” de los argentinos: para el mundo no hay un ejemplo de país más estúpido que el que hace como aquél esclavo que paga por su libertad y luego, con la puerta de la celda abierta, rehusa salir del encierro. Por supuesto, esta triste realidad de Argentina no es gracias a los que votaron a Scioli, sino precisamente gracias a los burgueses, pequeño-burgueses o directamente desclasados (sin dudas que me refiero a lo subjetivo, porque por sus ingresos, los desclasados seguramente hoy, con Macri, están sumergiéndose aún más en la pauperización, como nuevos subocupados, desocupados o mendigos) que, por su crasa y grosera ignorancia política, por su fanatismo gorila, por su egocentrismo demagógicamente alimentado por las maniobras comunicacionales del imperio, votaron a Macri o se abstuvieron en la segunda vuelta, permitiendo así el ascenso de un vendepatria al poder.
Un usurero no pretende que el deudor pague y cancele la totalidad de la deuda. Pretende que el deudor viva endeudado, pagando eternamente una deuda que siempre crecerá más que la capacidad del deudor de reducirla y cancelarla. Por eso es usura, porque es como un parásito infiltrado dentro de un organismo al que le chupa la sangre eternamente. Los medios para lograr esta parasitosis constante son las exhorbitantes tasas de interés, que hacen imposible ir reduciendo la deuda, aún esforzándose al máximo para ello. Esto se llama anatocismo, interés compuesto, donde los intereses impagos pasan a formar parte del capital y generan nuevos intereses en una rueda perversa interminable que sólo se interrumpe con un default, momento en el cual el deudor, desahuciado, deja de pagar.
Para poder lograr sus fines el usurero necesita socios que sean del país que se pretende endeudar, es decir, antipatrias que actúen como representantes jurídicos de la Argentina pero traicionen, a cambio de su participación en el botín, los intereses del país. Macri obtuvo la representación de la Argentina a partir de haber ganado las elecciones, pero indudablemente no está defendiendo el interés nacional sino actuando como siempre lo hizo: en contra. Un fugador de capitales y evasor de impuestos mal puede tener conciencia nacional. Toda su vida es un testimonio de la estafa al Estado y la Nación.
Cuando fue el default del 2001, en un país con generalizados y graves disturbios sociales, la Argentina tenía la opción de nunca volver a pagar por una deuda indudablemente ilegítima e ilegal (¿cómo pueden ser legales los actos de una banda de sediciosos como los golpistas de 1976, que en seis años incrementaron el endeudamiento externo de Argentina en el 1000%, lo que fue luego validado por los presidentes surgidos de elecciones?).
Cuando la Argentina entró en default en el año 2001, eso significó que el esquema de retroalimentación de la deuda externa había entrado en crisis en sus propios términos, interrumpiéndose. En aquellos años del pos-default, y desde siempre, yo personalmente nunca estuve de acuerdo en pagar la deuda externa, y esa posición me llevó a oponerme a la estrategia de renegociar, razón por la cual fui un crítico a los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner durante sus primeros diez años de mandato. En cualquier caso, la larga resistencia popular de la década del ‘90 del siglo pasado generó una relación de fuerzas que le permitió a Néstor Kirchner renegociar la deuda impaga en los mejores términos posibles (siempre sin transgredir las leoninas reglas de juego imperantes a nivel internacional). Lo concreto es que la Argentina redujo objetivamente la relación entre el producto bruto y la deuda externa, fenómeno que se explica por el crecimiento de la capacidad productiva y el pago de los intereses y capital de la deuda renegociada. Por un lado se fue incrementando el poder productivo nacional y por otro se fue reduciendo la proporción de deuda externa en relación con el producto. Junto con Cristina Fernández de Kirchner deshipotecaron la Argentina, conquistando una apreciable soberanía nacional sobre la conducción de la economía del país. En términos metafóricos, lo que ocurrió fue casi una manumisión…, casi…, si no fuera porque llegó Macri.
Es cierto que la deuda del Estado con sus acreedores internos, nominada en pesos argentinos, en esos tiempos kirchneristas de todas maneras bien hubiera podido caracterizarse dentro de una lógica usuraria, pero en este campo de batalla ubicado estrictamente dentro de las fronteras del país (en caso de litigio, el mismo se desenvuelve dentro de Argentina, en sus tribunales) un Estado nacional conducido por una voluntad política firme y verdaderamente democrática podría ir cambiando las condiciones generales del crédito interno (que es lo que la conducción económica de Axel Kicillof estaba comenzando a cambiar) y siempre tendría el poder suficiente para renegociar, periódicamente, los términos de la relación financiera sin sacrificar los derechos fundamentales del pueblo, en lo que constituye, indudablemente, una proposición de resolución reformista de la crisis.
En plano internacional Argentina había logrado, además de la adhesión del 92,4% de los acreedores al canje de los bonos defaulteados, el apoyo de 128 sobre 193 miembros de las Naciones Unidas (casi dos tercios) contra la oposición de sólo 16 estados (los demás se abstuvieron) cuando se aprobó la creación de un marco legal multilateral de reestructuración de deudas soberanas. O sea que en 2014 Argentina tenía un gran apoyo internacional para enfrentar al 7,6% de los acreedores hostiles que pretendían seguir cobrando la deuda en mismos términos usurarios sumamente abusivos originales, porque habían comprado los viejos bonos en default a precio de liquidación, justamente para hacer la maniobra, con socios como el juez municipal de Nueva York, Tomás Griesa, de cobrar, gracias a la sentencia del juez “amigo”, el total de la deuda, como si el default nunca hubiera existido.
Al final del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner la manumisión estaba al alcance de la mano: la libertad no se había conseguido a través de una revolución y de una guerra de liberación nacional, sino mediante un precio en especie a pagar para obtenerla. Para muchos puede resultar una forma ingloriosa de salir de la esclavitud, pero más allá de consideraciones políticas de ese tenor, lo que no cabe duda es que Argentina estaba cerca de comprar, efectivamente, su libertad, la que los amos estaban dispuestos a concederle porque había pagado. Esto es decir: sin dejar de cumplir determinadas reglas de juego, la Argentina había construído una situación favorable en ese sentido… Pero justo llegó Macri.
Los usureros lograron, con la victoria de este curioso sacerdote del neoliberalismo que es Macri, que esa libertad que estaba relativamente cerca, nuevamente se escurriera como agua entre las manos pero… ¡después de haber pagado por ella!!! Resultó un negocio redondo para los fondos buitres y una humillación absoluta a la pretendida “viveza criolla” de los argentinos: para el mundo no hay un ejemplo de país más estúpido que el que hace como aquél esclavo que paga por su libertad y luego, con la puerta de la celda abierta, rehusa salir del encierro. Por supuesto, esta triste realidad de Argentina no es gracias a los que votaron a Scioli, sino precisamente gracias a los burgueses, pequeño-burgueses o directamente desclasados (sin dudas que me refiero a lo subjetivo, porque por sus ingresos, los desclasados seguramente hoy, con Macri, están sumergiéndose aún más en la pauperización, como nuevos subocupados, desocupados o mendigos) que, por su crasa y grosera ignorancia política, por su fanatismo gorila, por su egocentrismo demagógicamente alimentado por las maniobras comunicacionales del imperio, votaron a Macri o se abstuvieron en la segunda vuelta, permitiendo así el ascenso de un vendepatria al poder.
Responsabilidad
política
Si las decisiones
electorales de los ciudadanos tuvieran consecuencias sólo
individuales, ahora los que votaron a Macri y fueron engañados (o
no) deberían, si tuvieran algo de coherencia, estar contentos
mientras les reducen el poder adquisitivo de sus salarios, mientras
aumentan sideralmente los servicios, o mientras los dejan sin
trabajo. Se lo merecerían por irresponsables políticos, por
perezosos mentales o por idiotas manipulables; no importa la
etiqueta. El problema es que, desgraciadamente, este mundo sigue
siendo muy injusto y entonces, por (i)responsabilidad de los que
votaron a Macri, hoy las calamidades no las sufren sólo los
macristas, sino que las sufren, y más aún, por una cuestión de
extracción social más humilde, los que en su mayoría votaron a
Scioli (aunque lo hayan hecho así sea como único medio -el voto en
blanco constituyó un testimonialismo soberbio, por inconducente-
para evitar el ascenso del vendepatria).
Es en este punto
donde yo, como argentino, interpelo a cada ecuatoriano a que no sea
un estúpido, a que razone, a que no se deje manipular por los
peores, y sepa discriminar lo personal de lo político, y sepa
separar las características peculiares de cada actor político (que
inevitablemente tendrá defectos, y en muchos casos imperdonables),
de la correcta dirección general del país. Y para poder hacer esa
diferenciación es necesario poder crítico, información,
determinación intelectual, curiosidad política, realismo.
Hoy en Ecuador hay
dos opciones: ni cinco, ni cuatro, ni tres, ni diez… dos. Y en este
punto yo prefiero, para viajar en un barco, elegir un capitán
difamado y vilipendiado pero capaz de evitar que el buque se
hunda, a viajar con un capitán del que los malintencionados hablan
muy bien pero que no trabajará, sin ninguna duda, para evitar que la
nave se vaya a pique sino que, justamente, será el conductor que
hundirá el barco a propósito para poder, con los piratas, saquear
sus tesoros. Eso es lo que Macri hoy está haciendo.
Por eso, para cada
vez más argentinos el agua está muy helada, letalmente helada y,
como pasó en el Titanic, sólo hay barcos salvavidas para los
oligarcas que, además, se están quedando con el botín que le roban
a los náufragos. Fue un 22 de noviembre de 2015 que la gloriosa
Argentina, por decisión de la mayoría de sus pasajeros,
principalmente de los que viajan en primera y segunda clase, se
dirigió rauda contra el témpano y su casco fue desgarrado,
comenzando a hacer agua de manera alarmante.
A los argentinos nos
queda la esperanza de que los sobrevientes reconstruirán, quizá
desde una isla desierta, el barco con el que naveguemos una vez más,
y con más convicción y ahínco, hacia nuestros sueños.
Vos, ecuatoriano,
tenés la suerte de poder ver la película antes de tomar tus
decisiones. Yo te digo que no seas tonto: no
te dejes “enlassar” como vaca boba; no elijas al
Macri de Ecuador, que se llama Guillermo Alberto Santiago Lasso
Mendoza. ¡Pensá!!!
Capaz que Lenín
Moreno no sea el mejor capitán del mundo, capaz que sí, pero más
allá de matices, todo es posible mientras el barco está a flote. Si
hay naufragio, es que ya será tarde. Y Lasso es el naufragio de
Ecuador.
Ecuatoriano, te lo digo con la mejor intención: si no votás por Lenín Moreno, dentro de unos meses vos también vas a conocer, como los argentinos hoy, qué fría que se siente el agua helada.
Ecuatoriano, te lo digo con la mejor intención: si no votás por Lenín Moreno, dentro de unos meses vos también vas a conocer, como los argentinos hoy, qué fría que se siente el agua helada.
Leonardo Del Grosso